A través de los años he visto a muchos cristianos sufrir de auto condenación y culpa. Habiendo sufrido yo mismo al respecto, sé de primera mano lo que significa sentirse auto condenado y culpable. Pero no necesito compartir mis propias experiencias. La Biblia aclara en 1 de Juan 3:21-22 que si nuestro corazón no nos reprende, tenemos confianza en Dios. A su vez, esto significa que si nuestro corazón nos condena, no tenemos confianza en Dios.
El antídoto para cada enfermedad es la medicina, la sanidad. El opuesto de condenación y culpa es la justificación. La justificación y la condenación son términos opuestos uno del otro. Si eres justo, entonces no eres culpable y si eres culpable entonces no eres justo. Uno es el opuesto del otro. Además, la forma en que alguien se vuelve justo declara también cómo deja de ser justo. Por ejemplo, Si alguien, para ser justo ante Dios, necesita hacer tal o tal cosa, entonces es obvio que fallar al hacer esas cosas significaría que ya no es justo, lo cual a su vez significa que es injusto, culpable, digno de condenación. Entonces, ¿qué es lo que la Biblia nos dice sobre la justificación? ¿Cómo puede alguien volverse justo ante Dios? Sé que tal vez hayas escuchado “haciendo buenas obras”. Pero, ¿es eso realmente lo que la Biblia dice? La respuesta es ¡NO! El evangelio significa buenas noticias y lo que vamos a leer a continuación son tales noticias. Veamos:
Romanos 3:20-28
“ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. ¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe. Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.”
Este pasaje, junto con muchos otros del Nuevo Testamento, son realmente revolucionarios. El evangelio significa buenas noticias y lo que acabamos de leer son ¡buenas noticias! Como el pasaje pone en claro desde el principio, no hay forma por la cual alguien pueda ser justificado, esto es, volverse justo, mediante obras de la ley mosáica (incluyendo los 10 mandamientos, ya que ellos también son parte de esa ley). Como la Biblia pone en claro, hacer buenas obras – incluso guardando todos los 10 mandamientos por ejemplo, aunque la ley era mucho más que eso – no te puede hacer justo ante Dios. Esto no se refiere a que hacer buenas obras sea algo malo, sino porque las buenas obras nunca fueron suficientes y nunca se pretendió que el hacerlas nos hiciera justos ante Él. No podemos ser justos ante Dios. Si tu justificación está basada en tus obras, entonces esa no es justificación. Más bien, es algo hecho por uno mismo, que aunque satisfaga tu mente por mientras, no tiene validez ante Dios. Si por lo tanto te sientes culpable y condenado es porque crees que las obras no son suficientes y crees que eso ha afectado cómo te ve Dios. Puede que sientas que Él está enojado contigo por lo que hiciste o fallaste al hacer y puede que sientas que te ve y dice: “¿cómo pudiste haber hecho eso?, me fallaste, eres culpable”. Esa no es la voz de Dios querido hermano o hermana. Dios nunca ha esperado que seas justo ante Él mediante obras. Sino que, Él te hizo justo inmediatamente, por gracia, (“siendo justificados gratuitamente por Su gracia” (Romanos 3:24)) cuando creíste en Su Hijo. ¡Ya eres justo! La justificación no es algo que adquirimos gradualmente. Sino que nos volvemos justos en el momento en que creemos en el Señor Jesucristo y en Su resurrección de entre los muertos. Es un REGALO, no algo que nos ganamos a cambio de nuestras obras (“el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28)).
Lo mismo también lo podemos ver en 2 de Corintios 5:21
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
La primer parte del pasaje habla sobre un acto y sobre quién lo hizo, mientras que la segunda parte nos enseña el resultado de este hecho y los receptores de este resultado. ¿Cuál fue ese acto? Que Dios dio a Su Hijo por nosotros; Él lo hizo, al que no conoció pecado, que fuera pecado por nosotros. ¿Cuál fue el resultado de ese acto? ¿Porqué lo hizo? La respuesta es para que pudiéramos ser hechos justicia de Dios en Él. Por lo cual, nuestra justicia no tiene nada qué ver con nuestras obras y tiene todo qué ver con la obra terminada de nuestro Señor Jesucristo. Él hizo todo lo necesario, se dio a sí mismo por nosotros para que nos volviéramos justos. Y porque Su obra está completa y terminada, también nuestra justicia está completa y terminada. ¡Realmente es un trato hecho!
Como vemos de nuevo en Romanos 8:29-30
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.”
¿Quién nos justificó? ¿Quién nos hizo justos? No nosotros con nuestras buenas obras ¡sino Dios! Observa también que se usó el tiempo pasado: “a estos también justificó”, dice la Palabra. Nuestra justificación es algo que ya ha sido hecho. No es algo que se completa cada día poquito a poco, de acuerdo a nuestro comportamiento, ni es algo que se evalúa cada día en base a nuestras obras. De lo contrario, es un regalo que ha sido puesto a nuestra disposición a través del sacrificio de Jesús y es dado gratuitamente a cualquiera que cree en Él como Hijo de Dios. ¿Crees que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Mesías? Si sí, has sido nacido de Dios, eres un hijo de Dios; eres salvo y justo ante Dios sin obras; y todo eso lo eres ¡AHORA!
1 Juan 5:1
“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.”
Romanos 10:9-10
“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”
Juan 1:12-13
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Gálatas 3:26
“pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;”
Para resumir: nos volvemos justos ante Dios automáticamente en el momento que creemos y sin obra alguna. Si por lo tanto te sientes condenado y culpable, NO es Dios quien nos condena. ¡Él nos hizo justos! Como leemos: ¡somos [tiempo presente] la justicia de Dios! Por lo cual, la condenación no es algo que tenga lugar en nuestras vidas. Eso no significa que no cometamos errores. Lo que significa es que la condenación nunca debería ser una respuesta a esos errores. Lo que la respuesta debería de ser es simplemente confesarle eso al Señor, renovar nuestra mente y continuar hacia adelante.
Anastasios Kioulachoglou
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